TRIDUO PASCUAL, Jueves Santo

El día de las venganzas: Mc 14,53-64. “Lo primero fue la condenación del reo; después se buscaron las causas de su ejecución”

Nota: Seguimos  la marcha trazada en el relato de la pasión. Hoy, Jueves Santo, nos sentimos obligados a añadir, en una segunda parte y como contrapunto de la primera, lo relativo al Día del amor.

I.- Comenzamos el relato del “día de las venganzas” con  la Doble sesión del Sanedrin. Este pasaje de Marcos nos cuenta la sesión nocturna del sanedrin, que tuvo lugar poco tiempo después del arresto de Jesús. Más adelante (Mc 15,1) nos informa de otra sesión que se celebró de madrugada. ¿Ocurrieron realmente así las cosas? Creemos que no. Siempre ha habido ciertas reservas, cuando no serias reticencias o abierta oposición frente a la sesión nocturna del sanedrin. Este debía reunirse en alguna de las dependencias del templo que, por la noche, estaban cerradas. Más aún, estaban prohibidas las sesiones nocturnas en los procesos capitales; igualmente lo estaban en las fiestas y en las vísperas de las fiestas. Es cierto que la urgencia del caso podía ser valorada como causa suficiente para dispensarse de las formalidades legales. Sin embargo, teniendo en cuenta el ambiente legalista que aquellos hombres respiraban es muy improbable que cayeran en una tentación tan fácil. Todavía hay algo más importante: Lucas desconoce por completo la sesión nocturna del sanedrin y sitúa el proceso en una reunión habida de madrugada. Lo mismo hay que decir del evangelio de Juan que, en lugar de la sesión nocturna, nos informa de un “careo” personal entre Anás y Jesús.

Condujeron a Jesús al pontífice. Con esta noticia pudo haber terminado el informe original de los hechos. Marcos coincidiría así con el “careo” nocturno del que nos habla el evangelio de Juan. El texto actual que sigue “y se reunieron todos  los sumos sacerdotes...” sería una ampliación del relato original. La única sesión del sanedrin -que era absolutamente necesaria para que el proceso pudiese seguir adelante- tuvo lugar de madrugada. En esta sesión matutina coinciden los tres Sinópticos. Lo que nos cuenta Marcos como habiendo tenido lugar durante la noche debe ser trasladado a la mañana.

El sanedrin debía deliberar sobre la culpabilidad de Jesús y la consiguiente oportunidad de enviarlo  al gobernador romano con la acusación que pudiese tener eco en su sensibilidad de guardián del orden público. La negación de la sesión nocturna del sanedrin no cuestiona la veracidad de los relatos de Marcos sobre la pasión, y que Mateo sigue casi al pie de la letra.  Únicamente nos obliga a recordar que no estamos ante un acta notarial de lo ocurrido. Tenemos como punto de partida un relato breve de los acontecimientos de los últimos días de la vida de Jesús, que compuso la iglesia de Jerusalén hacia el año 37. También la tradición oral jugó un papel muy importante en la transmisión de dichos sucesos. Marcos, y Mateo que le sigue, ha podido tener otros motivos para hablarnos de una sesión nocturna, como la necesidad de que pasasen dos días antes de que pudiera dictaminarse una sentencia de muerte.

La cuestión del templo. El proceso se inició desde la decisión previa de eliminar a Jesús. Su causa fue una causa prejuzgada. El centro de gravedad del proceso lo constituye la palabra-actitud de Jesús frente al templo. Fue la única acusación con probabilidades de prosperar. ¿Era tan grave la cuestión?  La cuestión sobre el templo llevaba las acusaciones al terreno mesiánico. La renovación del templo era un signo claro del tiempo mesiánico (Ez 40-48). La cuestión del templo significaba, por tanto, la sustitución y el reemplazamiento de todo el sistema judío. En ella estaba implicada la validez de la Ley, de los sacrificios, de todo aquello que el judaísmo consideraba como el medio seguro de la salud-salvación (Hch 6,13-14).

Legalidad del proceso. De los gobernantes puede esperarse o temerse cualquier cosa, menos que quebranten la ley. Lo cual no significa que sean amantes de la misma ni, mucho menos, sus servidores. Tampoco quiere decir que la observen siempre. Habría que decir que son precisamente ellos los que pasan por encima de ella con sorprendente y desconcertante facilidad y frecuencia. Eso sí, cuando quebrantan la ley lo hacen siempre salvando el aspecto de la legalidad. Su celo ardiente por la ley está justificado porque ella es su defensa, su fuerza, su protección, su escudo y fortaleza. Se sirven de ella; no la sirven; se aman a sí mismos, no se sacrifican por ella; se protegen con ella, no la protegen.

Se han dado muchas razones para deducir la ilegalidad del proceso de Jesús. Creemos que fue un proceso absolutamente inmoral e injusto. Pero aquella inmoralidad e injusticia se revistió de legalidad; el proceso se ajustó a la ley vigente; fue precisamente el peso de la ley el que mató al hombre inocente. Fue el tributo enorme y despiadado que exigió la misma Ley a Aquel que la había destronado de su señorío absoluto para colocar en el trono que ella ocupaba al hombre como tal.

La blasfemia. La palabra reveladora de Dios fue calificada por los gobernantes de turno de blasfemia. ¡El enviado de Dios es declarado blasfemo por los representantes de Dios! ¿En qué consistía la blasfemia según los representantes de la ortodoxia? La repuesta positiva de Jesús a la cuestión directamente planteada por el sumo sacerdote sobre su naturaleza fue considerada como blasfema porque equivalía a la ratificación de toda su doctrina y pretensiones: poder perdonar los pecados (Mc 2,1-12); haber venido a llamar a los pecadores...; interpelación de llamada a la conversión a los profundamente observantes de la ley (Mt 5,21ss; 23); la alegría mayor que proporcionan a Dios los pecadores en comparación con aquellos que no necesitan penitencia (Lc 13)...

El Hijo del Bendito. Cuando el sumo sacerdote preguntó a Jesús si era el Hijo del Bendito -el título más honorífico que los judíos daban a Dios- no hizo otra cosa que explicitar el alcance  que tenían la actitud y palabras de Jesús sobre el templo. La gravedad de la cuestión debe valorarse teniendo en cuenta las esperanzas judías acerca de la destrucción del antiguo templo de piedra y la construcción de otro no hecho por mano de hombre, de un templo celeste. Un templo nuevo equivalía, por tanto, a un nuevo sistema de relación con Dios; a un plan nuevo de salvación, que declaraba caducado el antiguo; a un nuevo orden de salud, presentado desde la acentuación de la gracia y de la iniciativa divinas, más allá del control humano. De hecho así lo entendió la comunidad cristiana primitiva, que se autocomprendió como una nueva construcción (Mt 16,18), como un nuevo templo (1Pe 2,4ss; 1Cor 3,17; 2Cor 6,16; Ef 2,22).

El silencio de Jesús. Un silencio que llega a desconcertar incluso al sumo sacerdote, que insta a Jesús a que se defienda. Dicho silencio es, en primer lugar, un silencio teológico: demuestra que Jesús es llevado a la muerte como el siervo de Yahvé, sin abrir la boca. Es, además, un silencio pedagógico: el Hijo del hombre guarda silencio en su proceso, que es absolutamente injusto, aceptando el plan que se está realizando a través de todos los atropellos que se acumulan sobre su persona, mientras que el hombre únicamente piensa en el reconocimiento de sus derechos, en que su causa sea tratada con justicia, sin pensar, casi nunca lo hace, en los deberes que tiene para con los demás. El Hijo del hombre acepta el cáliz amargo que le ha tocado beber, mientras que el hombre se rebela contra toda clase de dolor y sufrimiento, inculpando incluso al mismo Dios por ello. Un silencioverdaderamente elocuente.


II.- El día del Amor : Mc 14, 12-25.

Los preparativos. Jesús celebró su fin de carrera con una cena. Su fin de carrera significaba la despedida amarga ante una partida necesaria, la aceptación valiente de una muerte decidida, la llegada esperada y temida de la “hora” fatídica y gloriosa, la partida dolorosa y necesaria de entre los suyos. Los discípulos quieren hacer los preparativos necesarios. Pero debe quedar muy claro que la Cena no se celebra en honor de Jesús; no son sus amigos quienes la organizan como un homenaje a un amigo; no son los discípulos los que la dan. Son ellos los  invitados por Jesús; él es el verdadero protagonista, es él quien dirige los acontecimientos en su cena.

Interrogantes insolubles. ¿Asistieron únicamente los doce?. El texto habla, por cuatro veces, de los discípulos, para afirmar, a última hora: “llegó Jesús con los doce”. Es evidente que no sólo asistieron ellos, pero ya entonces existía la tendencia a reducir el círculo a los doce. ¿Y las mujeres que, por prescripción judía, debían asistir? ¿Y los miembros de la familia que le habían prestado la casa para celebrar la Cena?. ¿Y otros amigos que también eran invitados?

Aquella cena de fin de carrera, ¿fue cena pascual? Para los Sinópticos no cabe la menor duda. Pero en el cuarto evangelio la Cena se celebró en la noche del 13 al 14, no del 14 al 15 como afirman los evangelios sinópticos. Además, en el evangelio de Marcos no vuelve a ser mencionada para nada la fiesta de la pascua. Tampoco es correcta la datación con que Marcos inicia el relato: “El primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual”. Dicho cordero era sacrificado la víspera por la parte. Existen, además, otros muchos rasgos que no tienen una explicación satisfactoria: en ningún otro relato del NT, excepción hecha de Lc 22,15, el centro del interés lo ocupa la pascua o el cordero. El relativamente largo camino desde el Cenáculo hasta Getsemaní no podía ser recorrido sin quebrantar las disposiciones legales. Igualmente estaba prohibido, en día tan solemne, llevar armas, como sabemos que lo hicieron algunos discípulos. El hecho de que Simón de Cirene “venga del campo” habla también en contra de un día festivo.

La intención teológica. Las incongruencias históricas se relativizan desde la finalidad teológica que se ha propuesto cumplir el evangelista. Teniendo como punto de partida a los hombres de Dios, dotados de un especial conocimiento profético, Jesús es presentado como el Hijo de Dios.  Jesús anuncia a los discípulos que “encontrarán a un hombre...” Se hace referencia, sin duda, a un hombre concreto cuyo nombre ha sido silenciado por razones teológicas: demostrar el conocimiento sobrehumano de Jesús.  Históricamente hablando la escena supone una concertación o un acuerdo previo. Esto, a su vez, nos hace pensar en una actividad anterior de Jesús en Jerusalén o en visitas frecuentes a la ciudad santa (Aspectos que nunca son mencionados por los Sinópticos). Jesús es el conocedor del camino. Su forma de proceder es una demostración evidente de que Dios está actuando en él. Jesús no se ve sorprendido y, menos aún, desbordado por los acontecimientos, sino que tiene un absoluto control sobre ellos.

La reconstrucción exacta del cómo y cuándo tuvieron lugar los acontecimientos tal vez no pueda lograrse nunca. Jesús rompió el molde establecido. Su cena de fin de carrera está inseparablemente unida a la nueva Cena que él inaugura. Ahora bien, cuando se inaugura algo radicalmente nuevo, ¿por qué deben respetarse minuciosamente todos y cada uno de los detalles del molde sobre el que se construye la nueva realidad?  La cena de Jesús reemplaza a la cena pascual judía. La nueva cena es la expresión del tiempo nuevo que comienza. En ella se conmemora la liberación total del hombre mediante la eficacia salvadora de la muerte de Cristo. La cena de Jesús es una cena universal: a ella están invitados todos los hombres, como testigos cualificados de la despedida de Jesús; pero está abierta a todos los discípulos.

No puede negarse que la última cena la celebró Jesús en contexto pascual. Y que utilizó los ritos existentes dándoles un sentido y un contenido nuevos. El descubrimiento del traidor crea problemas. El mismo evangelista nos dice que ya se había ido (Mc 14,10-11). La referencia a él en la última cena se halla justificada desde la enseñanza teológica: el plan de Dios tiene que cumplirse (Sal 41,10). La suerte que correrá el Hijo del hombre, de forma casi fatalista, exige un instrumento para su ejecución, elegido de entre los más íntimos colaboradores o amigos. La “entrega” no sorprende a Jesús, que conoce perfectamente lo que se le va a venir encima. Finalmente, todo el mundo debe verse interpelado y amonestado ante una acción como la de Judas.

La Eucaristía. Frente a la veleidad está la firmeza; frente al abandono, la permanencia; frente a la traición, la lealtad. La eucaristía es firmeza inquebrantable, permanencia inmutable, lealtad imperecedera. Marcos la presenta como el contrapunto a la veleidad, a la huida e incluso a la traición de los discípulos.

Pan-cuerpo. Lo propio y específico de la cena pascual lo exponía el padre de familia que daba una explicación de todos y cada uno de los manjares que se comían en esta fiesta. Y aquí surgió la sorpresa. Los participantes en la última cena quedaron perplejos al oír que Jesús identificaba aquel pan con su cuerpo. ¿Cómo puede comerse un cuerpo? El único cuerpo “comestible” en el que podían pensar los discípulos era el del “cordero”. Al identificar el pan con su cuerpo, Jesús se presentaba como víctima sacrificial. La palabra utilizada por Jesús fue “gufa”, que nosotros traducimos por cuerpo. Pero el cuerpo no significa la parte extensa y “corporal” del hombre en cuanto contrapuesta al alma (éste es el significado que nosotros le damos). En aquella mentalidad, el cuerpo designaba la totalidad de la persona; es sinónimo de “uno mismo”; cuando alguien habla de su cuerpo se refiere a su “yo”. Por consiguiente, el pan entregado a los discípulos es Jesús mismo, alimento verdadero que sacia el hambre profunda del hombre haciéndole partícipe de la vida eterna.

Vino-sangre. Las palabras sobre el cáliz, del que beben todos, expresan la misma realidad. El vocablo utilizado por Jesús fue “dam”. También esta palabra designa la totalidad de la persona, partiendo de la convicción semítica de que la sangre es la vida, la vida está en la sangre, la sangre es el principio vital del hombre. El significado trascendente de la sangre es puesto de relieve por Jesús al presentarla como la “sangre de la alianza”. Se nos dice de este modo que con la muerte de Jesús comienza un nuevo orden de cosas en el terreno de las relaciones de Dios con el hombre. Se realiza la promesa y la añoranza de una nueva alianza (Jer 31,31ss).

Presencia del Reino. Las palabras institucionales de la eucaristía tienen una referencia especial al futuro. Es un aspecto esencial. Sin dicha referencia a la consumación plena la cena del Señor no sería la verdadera Cena. La presencia en la comunión en la mesa es presencia del futuro; anticipación y ensayo de la plena comunión con Cristo.

La garantía. Las palabras que nos transmiten los textos evangélicos, ¿son las mismas pronunciadas por Jesús? Mucho más importante que este planteamiento del problema es enmarcar dichas palabras en el contexto general de la predicación y de la vida de Jesús. Y esto nos hace concluir a la gran verosimilitud de dichas palabras que han sido preparadas en otras comidas en las que también partía el pan bendiciéndolo (Mc 6,31); en varias parábolas que presentan el Reino como un banquete; en el ritual judío de la cena, que Jesús observó. Lo verdaderamente “novedoso” es la seguridad con que Jesús afirma: “ya no beberé del fruto de la vid hasta...”. Jesús expresa de este modo su absoluta seguridad en el triunfo sobre la muerte. Así se manifiesta como el Mesías. Que Jesús es el pan para los suyos, por quienes entrega su vida, es el contenido esencial del evangelio.

La repetición. ¿Ordenó Jesús que se repitiese la Cena en memoria suya?  Marcos y Mateo no afirman este mandato del Señor. Sí lo hacen Lucas y  Pablo. Cuando escribe Marcos, la eucaristía se celebraba de forma habitual el domingo, el día del Señor. Nadie se preocupaba de si había sido ordenado así por Jesús. Dicha celebración era considerada como una necesidad y una praxis que, en última instancia, tenía que remontarse a Jesús.

La orden del Señor estaría, al menos implícitamente, en la necesidad de un  “recuerdo-memoria” que contrapusiese la novedad de la pascua cristiana frente a la judía. Aquí estamos ante algo más radical y profundo que la liberación de Egipto, que evocaba la pascua judía. Es el nuevo orden de cosas, la nueva disposición de Dios para vivir en relación con el hombre.

Felipe F. Ramos

Lectoral