La Catedral de León saca brillo al arco de triunfo

El Ministerio de Cultura sufragará la restauración del colosal trascoro

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Tras la magna empresa de restaurar el rosetón de la fachada principal, que está siendo colocado en estos momentos, la Catedral de León afronta una de las mayores rehabilitaciones de los últimos años: la del trascoro. Se trata de una de las estructuras más fastuosas del templo gótico.

El Ministerio de Cultura ha decidido sacar brillo a este espectacular arco de triunfo. El encargado de devolver ‘el dorado’ al trascoro será el Instituto del Patrimonio Cultural de España.

En febrero de 1577 el Cabildo encargaba a Juan de Juni y Esteban Jordán «vestir» los ornamentos del imponente trascoro con el que la Catedral recibe hoy a los visitantes y cuya función primigenia era proteger la sillería del coro. Aunque resta visibilidad al templo, al estar ubicado en el corazón del edificio, la delicadeza de los maestros que lo diseñaron lo convierten en una auténtica joya del Renacimiento.

La prematura muerte de Juni le impidió cumplir el encargo de la natividad de Nuestra Señora y las figuras de San Pedro, San Isidro y San Froilán.

Sin embargo, la participación de Juan de Juni en este conjunto escultórico parece ya fuera de toda duda. Los expertos consideran que a él pueden atribuirse los profetas y tres sibilas.

El trascoro de la Catedral ha pasado por varias etapas hasta su culminación en la actual estructura arquitectónica. Sus orígenes se remontan al año 1529, durante el episcopado del obispo Pedro Manuel. Es entonces cuando, según todas las fuentes, se pone en marcha el proyecto, que en un primer momento sigue el diseño arquitectónico realizado por Juan de Badajoz el joven. También los escultores franceses Angers y Doncel, que ya habían colaborado en San Marcos, participan en el programa iconográfico, así como en los paneles ornamentales del trascoro.

Cambio de lugar

En el año 1534 se concluye la primera fase constructiva. En aquel momento ofrecería el aspecto de una estructura arquitectónica adintelada. El segundo gran impulso del trascoro llega en 1562, con la pretensión de mudar el espacio coral al centro de la nave, con lo que lo el antecoro pasa a ser trascoro. Baltasar Gutiérrez eleva la construcción con el arco y el añadido del arquitrabe dórico, decorado con triglifos y metopas.

Hacia 1574 se inicia la ornamentación escultórica del conjunto y en 1575 tiene lugar un concurso para realizar el Crucificado que coronaría el arco de triunfo. Juan de Juni se presentó, pero se eligió la talla de Bautista Vázquez, entre otras razones, porque era de mayor tamaño.

La estructura queda concluida en 1585 con la policromía llevada a cabo por Bartolomé de Carrancejas. Actualmente el trascoro está ‘descolorido’.

Como dato curioso, el hecho de que su proceso de construcción se prolongara desde 1529 hasta 1585 propició que en su piedra y alabastro quedara grabado el proceso dialéctico sufrido por la Iglesia. Así, la influencia de la doctrina tridentina surgida de la Contrarreforma quedó inmortalizada en la iconografía del trascoro.

En el célebre Catálogo Monumental de León, de Manuel Gómez Moreno, el historiador destaca su brillante barroquismo «lleno de carteles, frutas, niños, figurillas paganas desnudas, mujeres con palmas recostadas en las enjutas, profetas, el árbol de Jesé y, en los frisos, multitud de figurillas desarrollando escenas bíblicas. Estatuas de virtudes —las sibilas— apoyadas en carteles, por remate. Todo ello es fácil, elegante, delicado; obra de varias manos, alguna de ellas extranjera, y recordando más bien el Renacimiento borgoñón».