OCTAVA DE NAVIDAD, II Domingo

Lecturas Bíblico-Litúrgicas:

1ª lectura: Si 24,1-4. 12-16
2ª lectura: Ef 1,3-6. 15-18
3ª lectura: Jn 1,1-18

 

Auto-presentación de la Sabiduría divina. Trasciende el tiempo y el espacio. Su origen se remonta, más allá del tiempo, a la preexistencia de cuanto existe. Es como una emanación original de la Realidad Suprema, como la Palabra de Dios personificada, como la revelación de Dios acerca del hombre, como la Ley mosaica que expresa los planes divinos, como la encargada por Dios para buscar el lugar adecuado para su aterrizaje en la historia (primera lectura). La preexistencia eterna de la Sabiduría se halla planeando sobre el cosmos intentando entrar en  contacto con el hombre. Su destino universal se localiza en un pueblo al que se aplican varios nombres: Jacob, Jerusalén, Sión. Desde ahí se expandirá al mundo entero e invitará a todos los hombres a saciarse de sus frutos.

 

No es posible, ni imaginable siquiera, encontrar una realidad que anticipe con mayor perfección y profundidad lo ocurrido en la Encarnación del misterio cristiano. Cuando este concepto sublime de la Sabiduría invadió el pensamiento cristiano, comenzó a desplegarse con toda su fuerza el misterio encarnado de un Infante a quien pusieron por nombre Jesús. Al ver en la Sabiduría el anticipo de la última intervención de Dios en la historia afloró inconteniblemente el pensamiento de lapre-existencia, la coexistencia y la pos-existencia de Jesús de Nazaret, siendo identificado con el Ser supremo e introduciendo a cuantos quieran aceptarlo en su propia Vida.

 

El evangelio de hoy nos ofrece el triple recorrido mencionado, estableciendo con la clarificación debida lo anticipado metafóricamente en la Sabiduría (tercera lectura). La Iglesia primitiva recurrió frecuentemente a los himnos para celebrar, expresar y anunciar su fe. El prólogo del evangelio de san Juan es un buen ejemplo de ello. En nuestra opinión, el evangelista utilizó un himno cristiano primitivo, porque lo consideró indicado para comenzar su obra. Como es lógico, debió llevar a cabo la adaptación necesaria para que un himno, independiente y autónomo por definición, se adaptase a prologar una obra tan peculiar como el cuarto evangelio. Dicho himno, por su misma naturaleza literaria, era una composición poética. Y precisamente ahí, en la poesía, tenemos una pista decisiva para discernir entre lo original y lo añadido.

 

El himno cristológico mencionado expresaba, en forma de confesión de fe y a modo de villancico navideño, la fe de la comunidad joánica en Cristo en cuanto palabra, su origen eterno, su procedencia divina, su influencia en el mundo y en la historia, posibilitando a cuantos lo aceptan el ser hijos de Dios. Ofrecemos a continuación una ampliación elemental de estos temas.

 

El término logos o palabra estaba muy difundido a finales del siglo primero. Aplicado a Jesús, le presenta como un ser sobrenatural, que reúne en sí las características que el judaísmo atribuía a la Ley y a la Sabiduría. La “palabra” participa de todos los poderes y atributos de Dios. Es Dios mismohablando. Dios mismo se expresa en ella. Ella manifiesta el plan de Dios sobre los hombres; es como el retrato de Dios acercado a los hombres.. Dios se hace inteligible en su Palabra, en Jesucristo. En ella, en Él, en su Palabra, se da a conocer, se revela, se comunica. Todo lo que Dios tenía que decir al hombre, cuanto quería hacer por él, su autopresentación como don gratuito y como regalo inmerecido lo ha concentrado en él.

 

En relación con el mundo, la palabra es presentada como el medio por el cual Dios creó todas las cosas. La idea se expresa en una antítesis perfecta: todo fue hecho por ella y “sin ella no se hizo nada de cuanto ha sido hecho”. Se afirma la intervención de Dios en la creación. No se describe el modo de la misma, pues éste excede la competencia de la Biblia. La creación es la primera salida de Dios hacia fuera de sí mismo. El modo como tuvo lugar esta salida entonces era imaginado como la actuación de un Dios antropomorfo, trabajando como lo hacen los hombres y utilizando como medida del tiempo la semana: seis días de trabajo y el fin de semana. Tendrían que pasar muchos siglos para que el hombre pensara en el big bang, expresión de una insignificante bola de luz que contenía dentro de sí toda la energía existente en el cosmos.

 

En su referencia a los hombres, la palabra es la vida y la luz. Se afirma de este modo que la realidad plena de la existencia, la vida auténtica, no se halla en el hombre mismo, sino en aquel que es la Vida y, consiguientemente, es el autor de la vida. La realización o el fracaso de la existencia humana depende de si está o no en relación con la palabra, en referencia al logos. La oposición del hombre a la luz significa caminar en las tinieblas, independientemente de Dios. Comienza la lucha entre la luz y las tinieblas, que se desarrolla a lo largo de la historia y es tema mayor dentro del evangelio.

La acogida de la palabra en la fe significa la participación en ella, en la vida de Dios. Comienza una relación nueva entre el hombre y Dios, que aquí se expresa en términos de filiación. Nuevos lazos unen al hombre con Dios. La filiación divina es posible gracias a un nuevo nacimiento. Las dos negaciones: “no nacen (los creyentes) por vía de generación humana, ni porque el hombre lo desee” (Jn 1,13) lo diferencian radicalmente del proceso de la generación natural y afirman que es debido a la iniciativa divina. Eso en el caso de que el texto citado (Jn 1,13) deba leerse en plural. También es posible, e igualmente probable, leerlo en singular. Se referiría entonces no a los creyentes, sino al Logos o la palabra hecha carne, no por el proceso de la generación natural, sino por la iniciativa y el poder de Dios. Se afirmaría, por tanto, el nacimiento virginal de Jesús.

 

El nuevo ser cristiano supera al simplemente humano en la misma proporción en que la gracia supera a la ley, en la misma medida en que Cristo supera a Moisés (Jn 1,16-18).

 

Las modificaciones que hizo el evangelista para adaptar el himno cristiano primitivo a prólogo del evangelio fueron las siguientes; En Jn 1,2, tenemos una adición teóricamente innecesaria; con ella se quiere poner de relieve la preexistencia de la Palabra. Mediante esta afirmación el evangelista pretendía acentuar que el Evangelio, en cuanto acontecimiento salvífico, comenzó antes de la creación del mundo. Lo relativo al Bautista (1,6-8.15) se halla en prosa y, como dijimos más arriba, es señal evidente de que no perteneció al himno original; tiene la finalidad de situar al precursor en el lugar que le corresponde, saliendo al paso de la valoración excesiva que sus discípulos habían hecho de él. Era presentado como el Mesías-salvador (Hch 19,1-5). En el cuarto evangelio resulta fácil descubrir una tendencia anti-bautista (Jn 1,6-8.15; 3,26-30; 5,33-35; 10, 41). No porque el evangelista tenga nada en contra de Juan el bautista, sino porque tiene que relativizar la sobrevaloración que sus discípulos habían hecho de él.

 

La adición más destacada nos la ofrece el evangelista en 1,14.16-18. Estos versículos nacieron de la necesidad de afirmar el modo concreto como la palabra llegó a nuestro mundo, mediante la asunción verdadera y real de nuestra misma naturaleza; que ésta fue el vehículo utilizado por nuestro Dios para su aterrizaje en nuestra historia; que en ella se manifiesta Dios mismo, al que podemos experimentar como gracia, verdad, luz y vida, superando infinitamente otros ensayos e intentos de acercamiento, como el que se realizó a través de Moisés. Una tendencia clara de este evangelio es su lucha contra la gnosis.

 

La corriente gnóstica dio origen a la primera herejía cristológica. Según ella, el Cristo celeste se había servido de Jesús de Nazaret como de un “medium” para comunicar su revelación. La utilización duró desde el momento del bautismo hasta el comienzo de la pasión en que le abandonó. En consecuencia, Jesús de Nazaret había sido una persona irrelevante, carecía de importancia. La gravedad de esta doctrina justifica la tendencia antignóstica de nuestro evangelio y la insistencia en la identidad entre la palabra eterna y Jesús a lo largo del mismo. Tenemos el mejor resumen sobre el particular en la frase El Verbo se hizo carne. Es la afirmación más clara y cruda de la encarnación y es debida a la necesidad de rechazar las afirmaciones gnósticas.

 

Para otros comentaristas, el prólogo del cuarto evangelio es como la obertura de una pieza musical: así como en la obertura se tocan y anticipan los temas que serán recogidos posteriormente en el desarrollo de la obra, así el prólogo de Juan resume y anticipa los grandes temas que aparecerán a lo largo del evangelio.

 

La reflexión de la carta a los Efesios (segunda lectura) describe la preexistencia del misterio cristiano que se ha desvelado para nosotros en Cristo: las bendiciones o gracias que Dios nos concede son inseparables de él; son espirituales, porque es el Espíritu el que las hace operantes en nosotros. El himno de la carta a los Efesios destaca a continuación la coexistencia: el pensamiento de

la elección lo destaca el autor para describir la atmósfera sagrada en que vive el creyente; el pensamiento de la predestinación surge a continuación, lejos de todo fatalismo y creador de la libertad de los hijos de Dios. La posexistencia o destino eterno se inicia con una acción de gracias:eucaristía. Y es que la acción de gracias aparece espontáneamente ante la contemplación del proyecto eterno de Dios plasmado en la Iglesia. Finalmente, se pone de relieve la necesidad del conocimiento procedente de la fe y desarrollado en la esperanza de su llamada.

 

Felipe F. Ramos

Lectoral