TIEMPO ORDINARIO, El Corpus

Evangelio : Mc 14, 12-25.

 

El primer día de los azimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?  El envió a dos discípulos, diciéndoles: Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua, sequidlo, y en la casa en que entre decidle al dueño: El Maestro, pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer  la pascua con mis discípulos? Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arregladla con divanes. Preparadnos allí la cena.

Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, y prepararon la cena  de Pascua. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron. Y les dijo: Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios. Después de cantar el salmo salieron para el monte de los Olivos.

ComentarioLos preparativos. Jesús celebró su fin de carrera con una cena. Su fin de carrera significaba la despedida amarga ante una partida necesaria, la aceptación valiente de una muerte decidida, la llegada esperada y temida de la “hora” fatídica y gloriosa, la partida dolorosa y necesaria de entre los suyos. Los discípulos quieren hacer los preparativos necesarios. Pero debe quedar muy claro que la Cena no se celebra en honor de Jesús; no son sus amigos quienes la organizan como un homenaje a un amigo; no son los discípulos los que la dan. Son ellos los  invitados por Jesús; él es el verdadero protagonista, es él quien dirige los acontecimientos en su cena.

 

Interrogantes insolubles. ¿Asistieron únicamente los doce?. El texto habla, por cuatro veces, de los discípulos, para afirmar, a última hora: “llegó Jesús con los doce”. Es evidente que no sólo asistieron ellos, pero ya entonces existía la tendencia a reducir el círculo a los doce. ¿Y las mujeres que, por prescripción judía, debían asistir? ¿Y los miembros de la familia que le habían prestado la casa para celebrar la Cena?. ¿Y otros amigos que también eran invitados?

 

Aquella cena de fin de carrera, ¿fue cena pascual? Para los Sinópticos no cabe la menor duda. Pero en el cuarto evangelio la Cena se celebró en la noche del 13 al 14, no del 14 al 15 como afirman los evangelios sinópticos. Además, en el evangelio de Marcos no vuelve a ser mencionada para nada la fiesta de la pascua. Tampoco es correcta la datación con que Marcos inicia el relato: “El primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual”. Dicho cordero era sacrificado la víspera por la parte. Existen, además, otros muchos rasgos que no tienen una explicación satisfactoria: en ningún otro relato del NT, excepción hecha de Lc 22,15, el centro del interés lo ocupa la pascua o el cordero. El relativamente largo camino desde el Cenáculo hasta Getsemaní no podía ser recorrido sin quebrantar las disposiciones legales. Igualmente estaba prohibido, en día tan solemne, llevar armas, como sabemos que lo hicieron algunos discípulos. El hecho de que Simón de Cirene “venga del campo” habla también en contra de un día festivo.

 

La intención teológica. Las incongruencias históricas se relativizan desde la finalidad teológica que se ha propuesto cumplir el evangelista. Teniendo como punto de partida a los hombres de Dios, dotados de un especial conocimiento profético, Jesús es presentado como el Hijo de Dios.  Jesús anuncia a los discípulos que “encontrarán a un hombre...” Se hace referencia, sin duda, a un hombre concreto cuyo nombre ha sido silenciado por razones teológicas: demostrar el conocimiento sobrehumano de Jesús.  Históricamente hablando la escena supone una concertación o un acuerdo previo. Esto, a su vez, nos hace pensar en una actividad anterior de Jesús en Jerusalén o en visitas frecuentes a la ciudad santa (Aspectos que nunca son mencionados por los Sinópticos). Jesús es el conocedor del camino. Su forma de proceder es una demostración evidente de que Dios está actuando en él. Jesús no se ve sorprendido y, menos aún, desbordado por los acontecimientos, sino que tiene un absoluto control sobre ellos.

 

La reconstrucción exacta del cómo y cuándo tuvieron lugar los acontecimientos tal vez no pueda lograrse nunca. Jesús rompió el molde establecido. Su cena de fin de carrera está inseparablemente unida a la nueva Cena que él inaugura. Ahora bien, cuando se inaugura algo radicalmente nuevo, ¿por qué deben respetarse minuciosamente todos y cada uno de los detalles del molde sobre el que se construye la nueva realidad?  La cena de Jesús reemplaza a la cena pascual judía. La nueva cena es la expresión del tiempo nuevo que comienza. En ella se conmemora la liberación total del hombre mediante la eficacia salvadora de la muerte de Cristo. La cena de Jesús es una cena universal: a ella están invitados todos los hombres, como testigos cualificados de la despedida de Jesús; pero está abierta a todos los discípulos.

 

No puede negarse que la última cena la celebró Jesús en contexto pascual. Y que utilizó los ritos existentes dándoles un sentido y un contenido nuevos. El descubrimiento del traidor crea problemas. El mismo evangelista nos dice que ya se había ido (Mc 14,10-11). La referencia a él en la última cena se halla justificada desde la enseñanza teológica: el plan de Dios tiene que cumplirse (Sal 41,10). La suerte que correrá el Hijo del hombre, de forma casi fatalista, exige un instrumento para su ejecución, elegido de entre los más íntimos colaboradores o amigos. La “entrega” no sorprende a Jesús, que conoce perfectamente lo que se le va a venir encima. Finalmente, todo el mundo debe verse interpelado y amonestado ante una acción como la de Judas.

 

La Eucaristía. Frente a la veleidad está la firmeza; frente al abandono, la permanencia; frente a la traición, la lealtad. La eucaristía es firmeza inquebrantable, permanencia inmutable, lealtad imperecedera. Marcos la presenta como el contrapunto a la veleidad, a la huida e incluso a la traición de los discípulos.

 

Pan-cuerpo. Lo propio y específico de la cena pascual lo exponía el padre de familia que daba una explicación de todos y cada uno de los manjares que se comían en esta fiesta. Y aquí surgió la sorpresa. Los participantes en la última cena quedaron perplejos al oír que Jesús identificaba aquel pan con su cuerpo. ¿Cómo puede comerse un cuerpo?  El único cuerpo “comestible” en el que podían pensar los discípulos era el del “cordero”. Al identificar el pan con su cuerpo, Jesús se presentaba como víctima sacrificial. La palabra utilizada por Jesús fue “gufa”, que nosotros traducimos por cuerpo. Pero el cuerpo (= soma, en griego) no significa la parte extensa y “corporal” del hombre en cuanto contrapuesta al alma (éste es el significado que nosotros le damos). En aquella mentalidad, el cuerpo designaba la totalidad de la persona; es sinónimo de “uno mismo”; cuando alguien habla de su cuerpo se refiere a su “yo”. Por consiguiente, el pan entregado a los discípulos es Jesús mismo, alimento verdadero que sacia el hambre profunda del hombre haciéndole partícipe de la vida eterna.

 

Vino-sangre. Las palabras sobre el cáliz, del que beben todos, expresan la misma realidad. El vocablo utilizado por Jesús fue “·dam”. También esta palabra designa la totalidad de la persona, partiendo de la convicción semítica de que la sangre es la vida, la vida está en la sangre, la sangre es el principio vital del hombre. El significado trascendente de la sangre es puesto de relieve por Jesús al presentarla como la “sangre de la alianza”. Se nos dice de este modo que con la muerte de Jesús comienza un nuevo orden de cosas en el terreno de las relaciones de Dios con el hombre. Se realiza la promesa y la añoranza de una nueva alianza (Jer 31,31ss).

 

Presencia del Reino. Las palabras institucionales de la eucaristía tienen una referencia especial al futuro. Es un aspecto esencial. Sin dicha referencia a la consumación plena la cena del Señor no sería la verdadera Cena. La presencia en la comunión en la mesa es presencia del futuro; anticipación y ensayo de la plena comunión con Cristo.

 

La garantía. Las palabras que nos transmiten los textos evangélicos, ¿son las mismas pronunciadas por Jesús? Mucho más importante que este planteamiento del problema es enmarcar dichas palabras en el contexto general de la predicación y de la vida de Jesús. Y esto nos hace concluir a la gran verosimilitud de dichas palabras que han sido preparadas en otras comidas en las que también partía el pan bendiciéndolo (Mc 6,31); en varias parábolas que presentan el Reino como un banquete; en el ritual judío de la cena, que Jesús observó. Lo verdaderamente “novedoso” es la seguridad con que Jesús afirma: “ya no beberé del fruto de la vid hasta...”. Jesús expresa de este modo su absoluta seguridad en el triunfo sobre la muerte. Así se manifiesta como el Mesías. Que Jesús es el pan para los suyos, por quienes entrega su vida, es el contenido esencial del evangelio.

 

La repetición. ¿Ordenó Jesús que se repitiese la Cena en memoria suya?  Marcos y Mateo no afirman este mandato del Señor. Sí lo hacen Lucas y  Pablo. Cuando escribe Marcos, la eucaristía se celebraba de forma habitual el domingo, el día del Señor. Nadie se preocupaba de si había sido ordenado así por Jesús. Dicha celebración era considerada como una necesidad y una praxis que, en última instancia, tenía que remontarse a Jesús.

 

La orden del Señor estaría, al menos implícitamente, en la necesidad de un  “recuerdo-memoria” que contrapusiese la novedad de la pascua cristiana frente a la judía. Aquí estamos ante algo más radical y profundo que la liberación de Egipto, que evocaba la pascua judía. Es el nuevo orden de cosas, la nueva disposición de Dios para vivir en relación con el hombre.

 

Felipe F. Ramos

Lectoral