TIEMPO ORDINARIO, La Asunción

Evangelio: Lc 1,39-56

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el sonido de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y exclamó gozosamente: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá".

María dijo: "Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su nombre es santo, y sumisericordia llega a sus fieles de generación en generación. El hace proezas con su brazo; dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre." María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

 

Comentario: Ambientación. Realización. Transformación definitiva. Las tres fases se hallan plasmadas en el evangelio de Lucas que la liturgia de esta festividad ha elegido para ofrecernos un motivo de contemplación e incluso de éxtasis: el inicio histórico de la acción salvífica de Dios y su culminación metahistórica, la que tendrá lugar más allá del mundo controlable por la razón humana. Lucas lo ha estructurado de tal manera que el lector caiga fácilmente en la cuenta de la conexión existente entre los tres momentos. El primero nos lo ha ofrecido la liturgia del cuarto domingo de adviento (24 de diciembre). Remitimos al comentario que allí hicimos. Tomamos de él la magnificencia utilizada por Isabel para honrar a su prima, que sirve de paso para el protagonismo de María y también de base sobre la que se construye el Magnificat.

Felipe F. Ramos

Lectoral