De excepcional se puede calificar la riqueza artística custodiada en esta recogida sala, cuyo contenido integran imágenes, tablas, grupos escultóricos y otros objetos preciosos, medievales en su mayoría.
A través de casi medio centenar de tallas románicas de la Virgen con el Niño, que durante siglos permanecieron expuestas al culto, se pueden descubrir rasgos importantes sobre la espiritualidad mariana de aquellas gentes, rurales casi siempre. Ellas nos marcan, incluso, las pautas seguidas para el arte popular. Responden al modelo considerado como más acorde para expresar el dogma de la maternidad divina, declarado en Éfeso. Ella es la Virgen "Theotokos", madre y trono de la divinidad; se muestra majestuosa, solemne, llena de gracia; suele sostener en la mano derecha la manzana del Paraíso, como nueva Eva. Como Madre del Rey, lleva corona real. Ambos posan transcendentes, casi deshumanizados. Cuando llega san Bernardo cambiarán estos esquemas estéticos y Ella aparecerá cargada de ternura, ante un Niño que espera sus caricias; este paso de transición románico-gótica se descubre también al contemplar esta serie de imágenes.
Entre las tipologías más diferenciadas encontramos las de: La Seca, Carbajosa, Valmartino, Santa María de Ordás, La Garandilla, Ribaseca, Gradefes, Sahelices del Payuelo, Barrio de Nuestra Señora, Tapia de la Ribera, Vegarienza, etc.
No menos impresionantes son los crucificados del siglo XII aquí expuestos. En el de Vallejo se empieza a esbozar el "rictus" de dolor. Los cuatro clavos hacen que el cuerpo descanse sobre el supedáneo, por lo que aún no es patente la contorsión orgánica, como ocurre con el de Torre de Babia, gótico del siglo XIV, aunque el san Juan y la Virgen que acompañan a este último tengan rasgos arcaizantes, ocultos bajo la literatura del gesto más expresivo. Este tipo de Calvarios, abundantes en la Castilla de los siglos XIV-XV, encierra un gran simbolismo. A la derecha del Crucificado está la Virgen, como Madre de la Iglesia, que "nace" del costado abierto de Cristo. Lógicamente la llaga, debiera ir en el lado izquierdo, donde está el corazón. Pero este lado se reserva para san Juan evangelista, representando al Antiguo Testamento, que se une con el Nuevo mediante los brazos simétricos de la Cruz. Otra obra de gran originalidad es el crucifijo de Torrecillo, tallado en el siglo XII, si bien su policromía corresponde al XV. Ha sido recientemente restaurado. Con más frontalidad que el de Vallejo, en vez de corona real lleva bonete, lo que le da un aspecto muy peculiar, lo mismo que la fragilidad anatómica de sus brazos y piernas. Otros tres, como el de tamaño natural procedente del Obispo y los dos pequeñitos de Mena, son ya protogóticos.
Queremos hacer especial referencia al grupo de la Virgen y san Juan, del siglo XIV, procedente del Palacio Episcopal. Aparecen compungidos, entre el dolor y la ternura, jóvenes ambos, ante el cadáver de Cristo. A pesar de la sencillez formal y de sus rasgos populares, esta pareja delata la inspiración de un artista genial. Es el mejor retrato que se puede hacer de un hijo cogiendo del brazo a su madre y acompañándola a casa después del entierro del ser más querido. Esta pieza fue una de las que más llamaron la atención durante la exposición de "Las Edades del Hombre", celebrada en Valladolid el año 1988 por las diócesis castellano-leonesas.
Son muy estimables las tablas góticas, como las de la Anunciación y el Nacimiento, procedentes de Carrizo; la Virgen Intercesora ante Cristo Juez, de Valderas, también del siglo XV; san Fabián y san Sebastián, de Alija de la Ribera; una puerta de sagrario de Escobar de Campos...
Merecen especial atención algunas tablas más, como la protogótica de san Cristóbal, recientemente descubierta en la iglesia parroquias del Mercado. Está pintada al temple, aunque permaneciera oculta debajo de un Ecce Horno del siglo XVI. Otro curioso hallazgo fue el de un fragmento de pintura sobre tabla, representando a un clérigo, que perteneció al retablo de Nicolás Francés. Procede de Trobajo del Camino.